jueves, 31 de marzo de 2011

VOCES

                                                       Eleonora Carrington


"yo no sé de la infancia más que un miedo luminoso y una mano que me arrastra a mi otra orilla" A.Pizarnik


ciertos recuerdos circundan el borde de la noche
aguardan el pequeño espacio
la luz necesaria de mi memoria / el adormecimiento
de mi voluntad
un momento hueco se filtra y se esconde
la voz errante infantil abre la puerta / del artificio
un temblor apacible
ese saber ingenuo de conocer
que nada ni nadie podía reemplazarme
y este reconocer profundo
que tal vez no haya nada / más allá de esta desolación
de esta búsqueda incesante / urgente
de rozar la felicidad
este esmero agobiante de pulir caminos
este oficio de lustrar con mi vida
son mis horas estrujadas y / vueltas a limpiar
colgadas al sol de cada mañana

bajo la copa del gran árbol
me siento / a esperar mi infancia
inalcanzable
como el monigote trazado sobre el cristal húmedo
primer hombrecito en el espejo empañado
tan suyo / tan desesperadamente mío
como la eterna mirada de la lluvia
todo se borra / se queda
sin embargo nada permanece / en mi memoria.

La fulguración del instante, por Lucas Soares

 
                                           Fotografía: Ansel Adams



La fulguración del instante, la expresión poética de lo sagrado.

Extracción del seminario "Das Heilige," el camino hacia el Otro pensar, 2010



Sabido es que para Heidegger el nombramiento poético de lo sagrado supone que el poeta es una suerte de mediador al servicio del decir inicial del Ser. (....)
Formulo, pues, sintéticamente mi idea para después profundizarla a partir de tres puntos: la experiencia poética de lo sagrado pasa por una aprehensión profunda del instante. El instante es el tiempo de lo sagrado en poesía. El tiempo que sustenta la función poética del lenguaje. Se trata de pensar la cuestión de la experiencia poética de lo sagrado no tanto bajo la óptica heideggeriana de un desocultamiento de la verdad del Ser sino- más humildemente-como la captura de la densidad ontológica del instante.

1- El instante poético

¿Qué es lo que hoy tiene para decir la poesía acerca de lo sagrado, huídas ya las Musas griegas y acaecida la muerte de Dios y de los diferentes "mundos verdaderos" que se escondían tras su nombre? ¿Qué le queda al poeta en tiempos donde lo único estable es la fragmentación: donde una duplicidad de discursos líquidos disuelve toda posibilidad de referentes últimos ( lo cual para algunos pensadores contemporáneos constituye una liberación y para otros un tormento)? Ante una época de transvaloración irrefrenable de todos los valores, la poesía nos permite todavía aferrarnos a la tabla de salvación del instante. El instante como su anclaje vital. " Después que uno - señala Wallace Stevens- ha abandonado la creencia de Dios, la poesía es la esencia que ocupa su lugar, como redención de la vida". Tal es el lugar que Nietzche le asigna a la poesía trágica en su obra. (...)

Ahora bien: ¿Qué es lo que entendemos aquí por instante poético y en qué sentido puede llegar a vislumbrarse en su naturaleza mudable un viso de eternidad, que es donde creo estaría operando una experiencia poética de lo sagrado?

El instante poético es una insinuación puesta en palabras. Un punto de vista que ordena y desordena el mundo en un parpadeo.(...) El instante poético desgarra el velo de la realidad que nos circunda para hacernos intuir lo que ella encierra de verdaderamente extraño y contradictorio. " Y cuando me resulta extraña una palabra -dice Clarice Lispector- es entonces que ella adquiere sentido. Y cuando me resulta extraña la vida entonces comienza la vida" El instante poético permite vincularnos con el misterio de las cosas oculto bajo la maleza de lo cotidiano. Es una caja de resonancia de significantes a la que- por suerte- no hay por qué buscarle algo tan molesto como un sentido. Son justamente esas resonancias las que nos dejan boyando en torno de eso que anhelamos y no sabemos qué es. El instante poético vive de aquello que se le escapa. Ahí es donde se poetiza: donde no se sabe. Si se sabe no se poetiza. Por eso el decir poético se aferra al instante y se propone dejarlo abierto y expuesto como una herida para ver qué es lo que acontece a partir de su desangrado.(...)

Se poetiza sobre aquello que es : la forma más desnuda del acontecer: el instante. (...) Como en Parménides, todo poema en el fondo no busca decir otra cosa que esto: se es. Pero la palabra más importante de la lengua- apunta Lispector- tiene sólo dos letras: es. Porque se es verdaderamente en el instante (...)

2- El momento de la Verdad del instante poético.

Para ir más a fondo: ¿Cuál sería el componente de verdad del instante, si éste es por definición lo que justamente no está destinado a durar, lo más efímero y superficial? ¿Qué es pues, lo que habría de verdad en el instante poético? (...) ¿En qué sentido una verdad singular puede ser a la vez universal? (...)

La experiencia sagrada del instante poético estriba en que, siendo única e irrepetible por definición, atañe a todos. Una verdad cuyo sentido alcanza en el poema la inmovilidad de lo eterno. Algo que trasciende y a la vez es nosotros. (...)

Hablamos de una verdad que permite desprendernos por un instante de nosotros mismos para pasar a vivenciar una experiencia que nos compromete a todos. El espacio sagrado de la poesía es la epifanía del instante. (...) La patria del poema es el efímero paraíso del instante. Al entrar en ese paraíso adquirimos plena conciencia de que lo que más estimula nuestra percepción epifánica de la vida es su condición efímera.

Al fotografiar el relámpago de una percepción, el poeta sacraliza el instante como la memoria de lo que olvida. Deja una instantánea de lo que -por la fuerza disuasiva de lo cotidiano- se nos pasaría de largo en la estrecha corriente de la conciencia. Como un flash fotográfico, queda en nosotros la resonancia del instante poético. La experiencia poética de lo sagrao reside en la verdad de esa resonancia (...) El instante poético es sólo la punta del iceberg. La verdadera poesía deja oculto lo más importante para que ello sea desocultado y recreado en cada uno.(...) El instante poético intensifica así nuestra visión conciente e inconciente de la realidad. Es una purificación del percibir, en cuanto llega a revelarnos nuestros lados omitidos, la transcendencia de los divinos detalles y la textura de las cosas.

No habría en este sentido mayor estímulo que el resabio de imágenes y silencios que deja a su paso el instante poético, a la manera de los rieles que se ven desde la ventana del tren.(...) Lo sagrado intuído en el instante. Como si en el instante poético refulgiera el Aleph, aquel punto del espacio que condensa todos los puntos. (...)

3- El pasar fluyendo.

El instante poético nos hace retornar al estado primigenio de ver por primera vez. Volver a mirar con ojos ignorantes para reencontrarnos con la infancia del mundo. Con aquello que, a pesar de haber sido visto innumerables veces, revela su verdadero sentido sólo a la luz de su aparecer en el poema.(...) Como una intuición que ve antes que el pensamiento. La experiencia poética de lo sagrado abre atajos para ver y vernos antes que el pensamiento. (...) Nada es igual a lo que fue tras ser traspasados por la fluencia del instante poético. (...) De lo que se trata -como señala Gadamer- es que " en el momento vacilante haya algo que permanezca" El tránsito por el poema es un pasar fluyendo que abre compuertas en la mente. La experiencia sagrada del instante poético estriba en la vivencia del cauce y la fluencia siempre distinta de las aguas.(...)

Entregarse al instante poético, experimentar lo sagrado de ese acto, implica el salto que, desde la perspectiva que tratamos de sugerir, no es otra cosa que la asunción del estrecho parentesco que existe entre el sentido y el sinsentido.(...) Consiste -para decirlo con una bellísima frase de Lispector- en entregarse " al expectante silencio que sigue a una pregunta sin respuesta". Para reencontrarnos así con la prístina impresión del instante y su pasar fluyendo. La experiencia poética de lo sagrado como la mostración de esa dificultad, tan humana, de entregarse sin red al instante.

miércoles, 30 de marzo de 2011

Antonio Aliberti




 "Antonio Aliberti sabe que el trabajo poético es mucho más que una oscura tentación de publicidad y de prestigio, que si llega a los demás no es tanto por lo que legítimamente podemos hacer al publicar un libro, sino por esa misteriosa y profunda vida del poema, que nada busca y todo alcanza, que está donde debe estar y no donde pretendemos que esté."





INTERNET

No renuncio a entrar a la red
y ser un punto virtual
entre millones de puntos virtuales
de todo el universo. Acepto el juego.
A lo que me opongo es a renunciar
a la caricia, a la palmada en el hombro
y, sobre todo, a prescindir
del antiguo saludo del sol,
los dedos de la lluvia
meciendo mi escasa cabellera.
Adhiero a la ilusión,
pero aspiro a la necesidad
de que el hombre se conmueva por el hombre.




SUMA Y RESTA

Cada día que pasa es un golpe de tiempo
un tramo de misterio que suma y suma,
resta y resta.
Entre relámpagos y círculos sucede el despojo
y uno forma fila ante la ventanilla
y paga el impuesto con su propia miseria.
Y la cifra se acorta,
se mutila,
parece que detiene al tiempo,
y el tiempo continua su labranza en otro costado,
hasta que la total miseria
recoge la limosna.
Y a uno le crecen canas en el alma.


XI

Yo golpeé las duras noches
de la vigilia
con mis puños de trapo.
A través del llanto
vi
el temblor de los árboles
sobre el borde del camino.

Perdí la aventura de la sangre
mordiendo las pequeñas líneas
del grito.

Las ventanas miran las lejanías.

La palidez de mis manos
se alimenta de muerte:
ellas tocaron todo lo que se iba.



FUGITIVO TEMBLOR

El temblor detrás de una ventana,
la transparencia del cuerpo,
el incesante aliento de la mano.
Nunca sabré mi historia,
porque cada gesto, cada palabra
me llegan de países ignorados,
y en la travesía
encuentran el olvido.

Miro el gesto
detenido en el aire
como un fracaso,
buscando el acontecimiento
que lo hiciera
cierto
hace apenas un instante.

Simular la vida es no tenerla;
pero hay que conocerla
profundamente
para simularla.
Como un texto aprendido
de memoria:
sin sangre,
sin una mísera llaga.

Cuídame esta locura
que tengo
por todo lo que no veo.
Amaba ya a nuestros hijos
sin conocerlos.

Regreso a mi destino
como a una ciudad
de la que nunca
he podido partir.




FICCIONES

Se finge la pasión y la virtud,
y la verdad y la mentira;
todo se finge, hasta la indiferencia.
Porque todos los músculos del hombre
deben serle fiel;
a menos que alguno se haya enredado
a los tejidos del aire...
y ya no responda a los reclamos naturales.
Pero a fuerza de ficciones se atrofia el sentimiento
y uno termina sintiendo de un sólo lado
llorando con un solo ojo.
Y si festejar a medias significa
ver a media mañana solamente,
medio atardecer,
percibir apenas la mitad de un hijo,
hacer el amor con límites precisos...
sentir a medias el dolor podría enloquecer a un muerto.


domingo, 27 de marzo de 2011

Razones


                                     Fotografía: Imogen Cunningham


“ Vivir a esperar nada
a interrogar besos
a noches bañadas en la sangre de las colinas y los errores"
E. Molina


Una vez, hace ya bastante tiempo, fui a ver un espectáculo de marionetas. Era para adultos. Pero quería mirar con mis ojos cansados lo que quizás vi y sentí cuando nada tenía el sabor del pecado. Cuando el mundo se repetía siempre de la misma forma. Y la soledad y la muerte eran sólo una palabra.

Era un ambiente, despojado y oscuro. De pronto, en el más absoluto silencio, descendió una enorme jaula de madera. Quedó suspendida de la nada, justo en el corazón del escenario. Parecía que nadie la habitaba. Sin embargo, al poco tiempo comenzaron a caer motitas rojas. Intensas. Caían con una lentitud desesperante. De pronto, pude dejar de mirar el trayecto que describían en el aire, para darme cuenta de que no caían por cualquier parte. Todas coincidían en una misma zona. Al mirar el piso del escenario pude reconocer una enorme mancha,  que para mi horror, no estaba formada por cientos de partículas rojas. Era una inmensa superficie pareja y brillosa. Todo en mí comenzó a temblar. Nunca supe cómo terminó la obra. Me paré y salí a toda velocidad, buscando el aire necesario para poder volver a respirar. Evitando escuchar la voz de la perturbación. Sonora y ausente.

…”nosotros envidiamos a las mujeres en el proceso de generar la vida, de sentir cada momento de un ser dentro de ellas…” Dijo un amigo, al pasar. Pensé que ese hombre debía tener quien lo ame y a quien amar. Debía haber conocido las fases completas y haberlas vivido con intensidad. Pero no conoció, sin dudas, el otro lado de la luna. Su lado oscuro. Este que apareció sin previo aviso, este recuerdo tan cercano. Esta historia...

Se despertó cuando recién salía del quirófano. Sus lunas comenzaron ahí y la vida dentro de ella, bajo la atenta mirada de los ojos de un microscopio. Dos embriones. Uno casi muerto.  ¿Qué se hacía con un embrión que no estaba ni del todo vivo ni del todo muerto? Sólo implantarlo. Por ética nomás. El otro embrión parecía querer vivir. Pero sin muchas posibilidades. Ella sintió a ese pequeño disco celular que la habitaba, como una mina terrestre. Unos días más tarde regresó a su casa y a la cama en la que permanecerían  las restantes lunas. El milagro aun dentro, casi cobijado. Pero no por mucho tiempo. Se aproximaba el fin de sus fases lunares. Una noche se despertó empapada. Un poco por desesperación, otro poco por cobardía, por una inmensa soledad, por dolor, no miró. Luego, una ambulancia. Y todo el olor de la ausencia.

Cuando regresó a su casa, miró alrededor. Estaban ambas, tan vacías. Atravesadas por el frio mortal del abandono. Dentro de sí misma, un gran agujero rojo. Afuera, el nido deshabitado y vacío de hombre. El había donado su esperma. Sólo eso. Pero el amor y las caricias no nadan en un líquido espeso. Y todo el desamor en cada ángulo de la casa. Se dirigió a su cuarto. Aun permanecían las sábanas, las mismas. Las sacó de la cama, las anudó prolijamente y las metió hacia el fondo de una bolsa de nylon negra. Y la tiró a la basura. Luego, se sentó sobre el colchón desnudo. Y lloró. No por él, el pequeño embrión. No por el hombre y su cobardía. Lloró por ella. Por toda la soledad. Por todo el desamor. Por toda la estupidez.  ¿Qué le quedaba a una mujer cuando ya casi no le quedaba nada? Ningún embalsamador podría rellenar tanto vacío. Imborrable agujero rojo. Y a falta de un dueño, un ángel de la guarda se convirtió en piedra junto a su puerta.

Partículas




 






Estoy solo y no hay nadie en el espejo"
Jorge L. Borges







no es el olvido/ lo que duele
es el silencio de muerte
que lo recorre
los pasos que / siempre lo anteceden

¿Con qué ojos / miro a este mundo?

qué sustancia peligrosa / me recorre
por qué estoy / inundada de detalles

de la pasión de un beso  
la sutil humedad del roce

del inmenso abrazo
sólo la calidez del cuerpo / contra mi cuerpo

¿Con qué fibra tejí / mi vida?
¿Cómo se transita / la inmensidad
desde mi pequeñez?

mientras mirás
toda la arena del desierto
yo miro / la luz de una partícula

¿ Por qué siempre estoy / en el límite
de la palabra y / de las cosas?

desde la grandiosidad / todo se olvida
desde el detalle

no se sobrevive

sábado, 26 de marzo de 2011

Alejandra...

 

Ruth Berhnard



Me asomo a la ventana de un piso16. Siento el aire húmedo del mundo. Las luces, pequeños soles transparentes sobre la opacidad de esta noche. Y me pregunto qué se sentirá al caer. No en cómo rebota el cuerpo sobre el suelo. Pienso en el segundo antes. En pleno vuelo. Pienso en el alma cuando se libera, por fin, de la tremenda atadura del cuerpo. Eso de ser obligado a convivir en tres dimensiones. Una cárcel para la libertad. Me paro sobre el borde de la ventana. Y voy cayendo en la vacuidad oscura del mundo. Entonces, algo parte desde mí. Son retazos de telas muy livianas que planean en el aire espeso. Colores brillantes. Amarillos, anaranjados, violetas, azules...Azules.


Hábil arquitecto. No taladró la piedra y rescató la imagen escondida. Ni amasó mi silueta sobre la arena mojada de la playa. De su corazón no partió la música ni las letras se desorganizaron sobre el papel. El creó un silencio para mí. La llave de clausura. La muerte de todo deseo. El creó un silencio fuera de mí. El muro. Y dentro de mí" la pared que tiembla". Tiemblo yo dentro de ella. Pero él cerró las puertas de mi voz. Abrió mis ojos y robó mi mirada. Sólo veo ahora la triste humanidad del mundo. Lo salvaje y la crueldad. El instinto animal por encima de la pasión. Alejandra, mi Alejandra...Yo le entregué mi llave. Y ahora circula por mi jardín. Está tallando el silencio sobre la luz de mis ojos.

"Hablo de un poema que se acerca. Se va acercando mientras a mí me tienen lejos" (1)

Escribo. Nada pasa y está pasando todo. No veo a una mujer sentada frente al papel. Sólo unas manos finas y blancas. Ellas interpretan lo que sale sin explicación. La silueta desnuda de alguien apasionada pero ya dormida. Que se cansó de morir y volver a nacer. Una y otra vez. Ahora no estoy ni muerta ni viva. Me habita mi silencio. El silencio les pertenece a los vivos y a los muertos. A ambos, por igual. Las palabras se acercan, las manos las rescatan de un posible olvido. Aparecen dibujadas ante mí, pero yo estoy lejos. "Nada, absolutamente nada, vale una lágrima tuya". Tal vez por eso, me inundé de sombras.


Mis palabras también debieron salvarme ¿Almas? Las garras del desamor otra vez. Y estuvimos demasiado vivas... Alejandra, querida Alejandra...

"un viento débil
lleno de rostros doblados
que recorto en forma de objetos que amar" (2)


   (1) y (2) Textos de Alejandra Pizarnik

viernes, 25 de marzo de 2011

Humedad

                             Peter Muchiev



A veces miro las palabras detrás de un vidrio, las calco sobre una superficie húmeda de vapor. Son figuras estilizadas y, aun estando debajo de su sombra, son líneas redondeadas, luces que suben y bajan por capricho, sin timón ni dueño.


El vidrio está empañado y me seduce la idea de borrar todo cuanto pude dibujar. De las pequeñas gotas chorrea el deseo en hilos pegajosos, transparentes y cálidos. De su mirada parte un sol que me derrite en cascadas de luces. Y las líneas se ordenan, por primera vez, a través de mi mano. Soy el timón de mis letras. Traspaso el vidrio del poema.


Y ahora estoy inventando un abecedario sobre la humedad de su cuerpo. Palabras del otro lado de la sombra.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Evidencias


              Obra de : Rafael Olbinski
                             ( Polonia)



   Noche tras noche, siempre a las tres en punto de la madrugada, él golpeaba mis párpados con tanta furia que terminaban cediendo involuntariamente, mientras mis ojos contemplaban el mismo escenario, las mismas voces surgidas desde el fondo de una fosa, temblorosas, apagadas. Luego desaparecía, yo despertaba  con una ola de sudores extraños.

   ¿Qué deseaba él de mí?

   Una noche no golpeó mis párpados como era lo habitual y mis ojos sumamente pesados se fueron cerrando despacio. De pronto apareció. Era un pájaro de extraño plumaje, denso y colorido en el que prevalecía el amarillo y el verde intenso en sus plumas más largas. No era muy grande, hasta parecía agradable mientras lo observaba entrar por la ventana. Sin embargo había algo en él de naturaleza trágica, atemorizante.

   Tomó fuerzas casi sobrenaturales. Agitó violentamente sus alas y produjo un sonido de tormenta en una noche increíblemente clara. Lo miré, me vio sorprendido observándome con su cabeza ladeada. Silencioso. Y me pregunté a qué le temía en realidad. No era a sus alas sino a su poderoso silencio.    Durante un tiempo esperé, inmovilizado,  que emitiera algún sonido. Pero él se mantuvo mudo, sin dejar de mirarme y agitando cada tanto sus terribles y gigantescas alas. Quise gritar, pero yo tampoco pude emitir sonido alguno.

  Revoloteó por la habitación, entonces observé detenidamente su pico negro. Se acercó, desplegó sus alas lentamente.  Fue extraño, yo permanecía inmóvil, sin embargo caminé hasta un rincón y me acurruqué junto a una pared. Por la ventana veía entrar un resplandor que se descomponía en arcoíris frente al espejo. El pájaro voló hacia la luz y saltó entre los rayos. De pronto me miró de manera amenazante, con su cabeza siempre ladeada y siempre en silencio. Voló en dirección al espejo y desapareció.

  Me levanté lentamente, fui hasta la ventana y la atravesé entre una lluvia de vidrios. Parado sobre el alfeizar comprendí que debía saltar. Y salté.

   Eran las tres treinta de una madrugada nítida. Me vi acurrucado, sudando, lívido. Un aire helado me revolvía el cabello. Caminé y pisé descuidadamente pequeños trozos de vidrio. Pero no sentí dolor alguno. Salí confundido de la habitación mientras recogía una enorme pluma amarilla que colgaba del borde del espejo.

Zonas




                                              Fotografía: Ruth Berhnard
                                              Symbiosis


Como un llameante espacio que se desocupa siempre
en el temblor de ser sólo vida vacante.
R. Cadenas
ZONAS


Me enfrento al espacio en blanco como si lo hiciese de cara a una parte de mi vida también vacía. Los sonidos que se representan en mi mente suenan huecos, como dentro de una enorme caja de metal, cerrada y profunda.

Cada vez que algún sentimiento lejano, pero absolutamente reconocible, se asoma a este espacio de mi memoria, me asaltan estas emociones sin nombre y casi sin identidad. Casi sin tiempo. La palabra deseo inunda hasta el más leve intersticio, sin dar tregua ni respiro. Es entonces que, desde mi conciencia se enciende una poderosa luz, un reflector que, hasta este momento, permanecía oculto y apagado. Sin embargo, no es la luz lo que ilumina este plano de mí, por el contrario, lo que ejerce una inevitable influencia, es su cono de sombra. Y es ahí, el lugar insospechado, en el que se resguardan esos delicados cristales que son mis deseos.


Es entonces cuando pienso en la ilusión y también en la verdad. Las dos caras de la misma moneda. Sé que poseo la ilusión pero también sé que intuyo la verdad. Sé que la ilusión es ese poderoso reflector que por momentos llena muchos espacios de mi vida, llena el vacío del espacio en blanco, en espera. Y sé, al mismo tiempo, que la sombra es la verdad. Y me pregunto en qué lugar crecerán mis deseos. ¿Serán ramas que se desarrollan ante la luz de la ilusión o por el contrario, crecerán en lo oscuro de la verdad? Debe haber una ínfima zona de corte entre la verdad y la ilusión, algo que las unifique en algún punto invisible pero de extrema fuerza como para convivir en esa franja helada:  el miedo.


A veces siento que debo optar entre la ilusión y la verdad. Y es cuando logro penetrar en su mirada, cuando la ilusión comienza a tomar una rara forma molecular, cuando intenta salir de mí, de mis propios dominios para estirarse como un gato, suave y delicado frente a sus ojos. Entonces pierdo la noción de la luz y la sombra, pierdo mi orientación y mi olfato. Me voy deslizando por la franja helada y sin poder derretirla. Me instalo entre la ilusión que me ilumina y la verdad que la destruye.


Ciertas verdades que rompen una ilusión…Escribía V. Kociancich, de eso hablo. No quisiera encontrarme, cara a cara, con la verdad, sin haber podido ser capaz de hallar la ficción necesaria para poder seguir viviendo. Porque la verdad es un arma blanca, filosa y de absoluta crueldad. Las palabras deben ser para mí pequeñas corazas pero del más puro acero. Y de palabras se constituye la ficción, el receptáculo cálido y eterno en el que la ilusión estará a salvo, siempre.


Hay momentos que uno cree que se repetirán indefinidamente. Que se darán en muchas ocasiones. Y los deja pasar aun sabiendo que son sentimientos genuinos y casi únicos. ¿Por qué dejo  que me rocen apenas esos sentimientos urgentes y necesarios y me aferro a otros vagos e innecesarios? ¿Por qué intento buscar en todos los abrazos aquello que sé que ningún otro abrazo me dará? ¿Por qué evito la mirada de aquello que deseo intensamente mirar y ser mirada? ¿Por qué huyo espantada de lo que más necesito? Por qué alejo lo que está tan cerca.


Soy alguien incompleto, algo de mí es invisible. Es por eso que siento que nada me alcanza. Hay zonas que nadie ve. Estoy atravesando el mundo  casi sin poder estar, pero soy capaz de verlo desde mis ojos, con absoluto detalle. Será por eso que escribo. Soy visible desde lo mínimo: mis letras. Me han querido desde esa zona. Existo desde el lugar en el que escribo. Es como leer la obra de alguien que ya desapareció. Pero yo sigo viviendo y sin poder demostrarlo.


Los deseos, la ilusión y la verdad ¿Cuál será la zona de confluencia entre estas tres emociones? ¿Será la ficción? En ella ninguna verdad desangra a una ilusión porque los deseos habitan y se manifiestan sólo en ese espacio en blanco, lugar en el que todo, absolutamente todo, puede suceder. Hasta el amor.

sábado, 19 de marzo de 2011

Palabra por palabra






 

René Magritte











Hay palabras que desnudan momentos, les quitan los numerosos abrigos que los protegen de lo ambiguo, y así desnudos, otras comienzan a vestirlos con los colores de la certeza. Y la verdad establece un pacto con las otras verdades, un pacto de silencio.

palabras cargadas de verdad las que me salvan de mi propia mudez, de este deambular en círculos por tanto tiempo. Tratando de abrir las puertas equivocadas. No es el mismo picaporte que creía ver entonces y no es la misma puerta.

If you never try, then you”ll never know

Desde mis ojos oscuros le pido a alguien, a él, que me ayude a cerrar cada ausencia. Cada espacio de vacío. Despertar del sueño a esa frágil muñequita desarticulada que aun duerme, abrigada, en el ángulo entre las dos paredes. La soledad es eso.

El pacto de silencio entre dos voces me indicó el sendero. Lo que las palabras dejan al pasar. Las marcas. Lo que la mirada rastrea y no dice. Es el camino y es también el abismo. Devoré tanta oscuridad esperando la estrella, pero en lo oscuro no existe la noche. Y guardé la penumbra para mañana.

Lanzo un boomerang. Temo recibir la espada. Para que un boomerang regrese hay que saber primero tirarlo. Con el ángulo perfecto. En la dirección correcta. Y con el viento a favor. Son demasiadas exigencias para algo tan liviano. La espada vuelve sola. Y parte en dos.

If you never try, then you”ll never know

La certeza tiene el color de la intensidad del asombro. Mi verdad ha quebrado el pacto. Siento un amanecer que nunca llegará a ser día pleno. Las palabras debieron salvarme de que se abrieran otras palabras. Estas, las más peligrosas. La que esperan la espada que se clave en el espejo de mi propia imagen. Y todo va a ser un estallido. De voces. De silencios. De deseos. De espera.

He destruido el lazo con mi desasosiego. El pacto de no hablar nada que no sea lo posible. Lo que construyo se desploma. Un pequeño ladrillo sobre otro más liviano. Sin embargo en el momento de la caída parecen bloques de cemento y acero. No sólo caen. Dejan un enorme agujero. Oscuro y seco. Veo el polvo en el aire. Y me doy cuenta de que no guardé ningún plano.

viernes, 18 de marzo de 2011

Nubes












" Qué lejos y qué cerca. Cuánto tendremos que esperar para ver aparecer lo que asoma y se escapa a cada momento..."
R. García


Escribo. Las palabras se deslizan como si el papel fuera una superficie muy pulida. Algo con una presencia imponente se cruza en mi camino. Es la pregunta que no sé evitar, o aceptar, o convivir, dejar estar, que permanezca a mi lado, sin sospechar, sin responderme. Pero, ella logra quebrar lo que seguramente debo resguardar. Y se presenta ante mí, desnuda y fria. Pidiendo el asilo de un hueco de mi memoria.

Regreso a mis letras y al abrazo de sus dibujos. Pero no tan mansamente y no sé por cuánto tiempo. Todo lo que pasa por mis palabras tiene un costado tierno, una caricia y, un costado cruel, el zarpazo. No sé diferenciar bien cuándo aparece uno y cuándo el otro. Es como una moneda que lanzada al aire no termina de definir sobre qué cara va a caer.

¿Y la felicidad? No me quedo con la simpleza del orden establecido. Mi mirada siempre quiebra la lógica de las cosas. Harvard nada puede decir. ¿Será sólo la obviedad del presente? ¿La intuición pero no la certeza? ¿Lo que asoma y se nos escapa a cada momento? ¿La impronta de una mirada más que la mirada misma? ¿Lo que tomo y no me pertenece o lo que quizás sí me pertenezca y no me animo a tomar?

La felicidad es una cadena de colores sobre una estación gris. Es un tren con una máquina de ausencia. Para subir hace falta una cierta dosis de valentía. Ser capaz de soportar su interior. Cuando se convierte es ese pequeño rayo de luz en el momento en que me encuentro en la completa oscuridad. Y aferrarme.

Es un visitante con fecha de abandono. Pura brevedad. Serán esos segundos del día a día, cuando uno se la pasa mirando para otro lado. Temiéndole. Esperando algo colosal. El tren de alta velocidad que tapa con su presencia al pequeño tren con máquina a vapor, que pasa lentamente a su lado. ¿Dónde estuvo uno que no pudo ver esa liviana mancha blanca en el cielo?

¿No es el amor sino la intensidad con que se ama? ¿Que no importe ni cuándo, ni dónde, ni en qué forma? Sin los grandes gestos. Sólo el aroma y el temblor. Una cierta calidez.

Saber que la vida no da demasiadas posibilidades y circula demasiado rápido en un espacio demasiado estrecho.

No le temo al tren. Le temo a su máquina. Le temo al sol, que me parece importante cuando en realidad lo que importa es la nube. Sin el sol todo es muerte. Sin la nube, es mi vida que se deshace en la espera.

Neutrino









Gustave Doré
Andromeda


“ Creo  estar deshaciéndome de mi propia historia para convertirme en alguien ajeno a sí mismo”
M. Sánchez,  La ingratitud

Perdí el  ADN original
Debí haber sido
 Un ser de tiempos cortos
Hábil con los vuelos
Peregrina
Morir y transmutarme /

 Soy
Un alma errante
El libro eterno donde beben las almas
Recorren mis ojos
en mi mirada cruzan
El Leteo y el Eunoés
En su viaje hacia la luz

Soy la tumba
De una piel desconocida
Me nacieron soledades
Voces
Me nacieron letras

Y yo esperando
En la cocina
Con dos tazas de café

In albis




René Magritte
La cascada




“Las palabras más silenciosas son las que traen la tempestad”
F. Nietszche


En mí hay tanta espera pintada con color de espuma
El rumor seco de una tempestad
El deseo encerrado en la botella
En este desierto fantasma de arena y viento
Algo se perdió en sus aguas secas
Y el sol no logró quebrar el cristal azul

Me he dormido sobre el horizonte
Esperando el abrazo
Las manos mágicas que me amparen

No encontré la forma de atravesar
El espacio ausente entre cada verso
Algo siempre delinea al fracaso
De armar una figura humana
Que me desarme me asile permanezca
Convierta lo estéril en abundancia de amor
Sin miedos y sin olvido

En qué lugar del corazón
Se halla la máscara necesaria
Que esconda el rostro y mi desierto
Convierta en pájaro a mi deseo
El instante en que la arena se abra
Y alguien por fin me espere

Estampas









Fotografía: Nick Veasey






Los ojos
se cierran
las palabras se abren
O. Paz


la soledad es maleable
la estiro la amaso
recorto pedacitos de colores
busco un juego

un hombre para armar

la hundo en un balde de pintura
sacudo sus cerdas
estampo luces sobre las sombras
pájaros sin alas en el techo
formo su figura sobre la pared

la desarmo, la desgarro
otro hombre opaco
para armar
uno cada parte de su cuerpo
con hilos de silencio
armo figuras / de otro juego
de otra soledad :

mis ojos cerrando mis palabras.

Laura Yasan



No puedes ser prolijo y ser un buen poeta

Considero que para contar una historia está la narrativa, y la poesía es un lugar para dejar la impronta, la huella de la historia. La poesía es el lugar de máxima libertad del escritor. Para mí el desafío de la poesía es violentar la gramática y encontrar un nuevo lenguaje. Para ser original tengo que romper con lo convencional. No entiendo por qué se ponen las comas al final de los versos. Si el blanco de la hoja es lenguaje en el poema... ¿Para qué hay un doble espacio entre una estrofa y otra? Es una respiración, un aire, un momento. También lo es el corte de verso: es musicalidad, ritmo. No puedes ser prolijo y ser un buen poeta. No combina eso.




La poesía es un arma. Para ser buena debe ser belicosa, herir profundamente a quien la lea. La poesía para ser poesía debe provocar, remover, maldecir.

Laura Yasán



El borde de las tazas


una mujer
se mueve en el denso fluir de sus instintos
sabe quebrar
la cáscara de una intención
una mujer
abarca por fragmentos la totalidad
y nunca es la misma
           
un hombre
sube al misterio en una extrema progresión
descubre el sentimiento
acorralado en un límite
el resto
lo filtra en el pensar
           
una mujer
es a la vez su historia
y lo que aún no ha conocido
sabe ordenar lo que no ve
           
un hombre
arriba al corazón del mundo
en cada vértice de su conocimiento
se instala en lo que ve
y se proyecta
           
una mujer es todas las mujeres
pero es única
un hombre es todos los hombres
pero es único
           
un hombre y una mujer
nunca se conocen
saben suponer
saben crear sobre el malentendido
son cada uno
mitad secreto
mitad vacío
           
un hombre y una mujer
a lo largo de cientos de actos cotidianos
cruzan información
dejan la vida escrita
en el borde de las tazas
           
cada día se escribe
cada día se lava



palabras no

no hay nada verdadero en las palabras
todo lo que conozco es este parador en medio de la ruta un bloque de concreto bajo el cielo infinito
todo lo que deseo es arrancarme de los pies este vendaje sucio estos zapatos húmedos
lo poco que comprendo viaja de la belleza a la locura de la locura a la belleza y no termina nunca de llegar
tengo ese hábito un tránsito frenético a la luz el fulgor que no existe y me sigue alumbrando como una estrella muerta
todo lo que persigo termina devorándome es el atardecer y no quiero saberlo no quiero moderar el estallido no quiero que se extinga no llegaré a la noche esperando palabras ya fui sequía
si es necesario un bosque para que el fuego arda un día más ahora seré rayo



La otra mitad

de esta edad no se vuelve

ya no somos artistas promisorias

no es hora de ofrecer

 

            si el botín es fracaso

            de esta edad no se vuelve

            no hay paga por promesas

 

algunas

rellenan su matriz para salvarse

criando larvas

se eximen de pensar

 

            con cada menstruación perdemos un bebé

            me dijo gaby

            yo miré a nuestros hijos morir en el bidet

            y acogí los recursos de la histeria

 

de esta edad no se vuelve

algunas

cavan penosamente en esa tierra

 

            y no alcanza ser fértil todavía

            y no alcanza ser joven

            no es entregarse al hábito del tiempo

 

hay que poner un pie del otro lado
 
 
 
 
Ver en el humo

hay hombres con los ojos llenos de candados
siempre cargan consigo algún secreto sórdido
una estampita de bordes carcomidos
y la foto borrosa de un amor sin retorno
los domingos la tienden como un mantel sobre el recuerdo
hacen su fiesta de un material sin brillo
fumando lentos
pueden ver en el humo el más fino detalle de ese rostro
ganar en el alcohol la melodía innata de los héroes
suspirar quebradito hasta la noche
de no ser por la yegua soledad que pide piel a gritos
y que le abran de una puta vez



 

Paulina Vinderman

 
 
 
 
"Mi mente está calma como un lago
escuchando la voz del hombre que anoche
en mi sueño me preguntaba por las constelaciones..."
 
Paulina Vinderman
 
 
 
 
 
 
 
II
 
 
Otra vez cúpulas en el poema, otra vez la ciudad.
Las travesías se volvieron copias
de ciudades tocadas sólo por supervivencia,
para regresar a la mía.
Como si ella contuviera todos los números, los secretos,
las pasiones del mundo.
Alguna vez una calle me devuelve el desierto
y cuando oscurece,
las sombras de las bolsas de basura
son instalaciones de museo, que sólo puedo ver
cuando mi memoria agotada olvida el mar, aquellas grúas
detrás de las cercas, la mujer del turbante azul que
me vendió la caja mágica y la oportunidad
de atesorar mis miedos como mariposas atrapadas
en la belleza de su oro.
Hay que aprender la asfixia como se aprende un idioma.
Nadie llorará por la ausencia de las alas contra el cielo.
DE: El muelle



La muerte de la imaginación
 
 
                                         "Lo que más temo es la muerte de la imaginación."
                                              Sylvia Plath

El corazón no tiene quien le escriba,
nadie se atreve a cruzar la noche remando
en la intemperie
           (nadie se ve)
Y si no fue más que un amor negro, susurrante
que nada da,
el viaje más lejano fue el de mi cabeza
hacia su hombro
               (el más inútil)
La rama golpea en la terraza
pero es solamente oscura. El miedo
se sienta a comer un pastel en la cocina
               (y dice que es real)
¿Alguien pudo tocar a la desesperación?
Terciopelo, papel de diario, una lata oxidada,
no hay vacuna contra las superficies.
 
El mundo es un hueco tapado con barniz
                 (y no respira.)
De: Bulgaria
 



“ Nunca tendremos casa, ni paciencia ni olvido”.

                                               Enrique Molina
“En medio del lago, el castor se sumergía y volvía a salir a la superficie. Mientras lo veía, moverse por el agua en amplios círculos, a Wharton le pareció que el animalito les había sido enviado, que les habían ofrecido una rama de olivo y que no estaban lejos del hogar”.
  Tobías Wolff
 
 
Testimonio entre ríos
 
 
El dolor de los olvidos es una mirada, digo
y estiro mi mano hacia un barco. El olor
de los muelles es un lugar.
A veces llaman, mientras mi corazón está
ocupado en la turbidez de un río de frontera:
el modo en que se concentra
sobre la vendedora de la terminal de ómnibus
y le ahueca los ojos.
Me abro paso entre vasos de papel, voceros
de naranjas.
A todas horas escucho el trajín
de las calles que no son las avenidas
de la historia.
Desaparezco —y me olvidan—
usando un cielo incoloro por sombrilla.
El viento trae las noticias:

tarjetas empolvadas de invitación
que llegan irremediablemente tarde, informes
sobre lo que sucede en esta ciudad
que nunca mira las barcazas junto al río.
Mi vida es dada a la vida
(los rasgos de la cara disueltos en la lluvia
como los de un poblado tropical)
Me vacío
ante la resistencia del aire, con el
mismo gesto con que muchas mujeres se desnudan
ante una ventana imaginaria.
 
Y es casi un disparo en la noche
la forma que elige la seca penetración
de lo real:
un crimen sin testigos ni amarras, en la
opacidad de los días.
De: Escalera de incendio
 


Esta noche ha vuelto el invierno
 
 
Esta noche ha vuelto el invierno contra
                                                  las ventanas.
Gime suavemente
como un perro después de la pelea.
 
Ha vuelto como un viejo amante
para espiar un rictus, la persistencia de un
agua en la sonrisa.
Un viejo amante al que se deja fuera.
Todo está lejos:
los trenes, las ortigas, los faros,
las leñeras, un ómnibus repleto de chicos
con gorritos de lana
                            y el polvo de ciudad
con destellos de aerosol a las diez de la
                                               mañana.
 
Todo demasiado lejos
de esa región en que el cansancio
canta como un viento seco entre los
                                        eucaliptus
y se puede soñar con canastos trenzados
por indios tan mudos como estos papeles
—pero llenos de historia a medias,
rebosantes de invierno hasta sus lunas nuevas—

Esta noche ha vuelto el invierno y con él
el ruido ajustado, amortiguado
de los camiones al amanecer:
                     el sonido de la vida.
Un aletear de gallinas. El crujido de la
manzana sobre las hojas.
De: Rojo junio
 
 

El poema que no escribió
 
Se sentó a escribir en su mesa
de noche, pero sin tilos perfumados.
Pensó en el mar
pero era sólo una lámina
con las puntas dobladas.
La infancia se había convertido
en una cajita de música
con la cuerda gastada,
y el sonido irrescatable del mar
había quedado adentro.
No veía la luna pero la sentía brillar
y no era necesario expresar aquello
que brillaba desde sí mismo.
Algo ladró en su conciencia.
Nada era necesario expresar
excepto con alguna mancha oscura
o una línea curvada.
Mientras los postigos de su mente
se iban cerrando como corolas insulsas
alcanzó a pensar en un desván.
No escribió el poema esa vez.
Hacía demasiado frío.
Su necesidad era demasiado grande.
De: La mirada de los héroes
 
 
 
Bajo una sola lámpara
 
Casi todas la noches
reconstruyo una ciudad
desde ruinas de mentiras.
En silencio, bajo una sola lámpara,
invento calles desnudas
por las que el viento arremolina
las sonrisas cansadas
y las pega en las paredes
como antiguas estampas.
Pausadamente,
les quito los sonidos.
Queda, tal vez, la campana de una iglesia
y una canción de niños leve y cruel,
interrumpiendo el sueño helado
de los parques.
Hasta que salga el sol
y cambie mis cristales.
Hasta que amanezca el desdén
en los ojos de los otros
y arrincone mi poema, aterido y solo,
en un desván de espera hacia la noche.
Pausadamente, bajo una sola lámpara.
Hambrienta de absoluto.
De: La otra ciudad

jueves, 17 de marzo de 2011

Vidrio esmerilado

 














el mar, las olas
un silencio de naufragio
tanta espera, tanto invierno
la soledad en el muelle
en el amanecer
el sol la luna
mi mirada
un vidrio esmerilado
y yo siempre en los bordes
en el umbral
de los deseos

en la profundidad aturdida
del  océano

El ojo de la tormenta

   






 Y estoy aquí con la misma impotencia, sometida a este viaje. Nadie a quien reclamar.       
 O.Orozco
       

El mar es distinto los días de lluvia. El color se vuelve grisáceo y frio. Será por la bruma que por momentos opaca la luz del agua. Camino  descalza por el muelle de madera, toda mi piel entregada al roce de la humedad del océano.

    Es extraño mirar cómo oscurece el cielo. Sin dudas, habrá millones de círculos luminosos detrás de su aparente oscuridad. El horizonte se pierde y siento una llovizna helada. Es un mar de julio. Hay quietud  alrededor. Sólo el ruido de las olas que chocan contra los tablones del muelle. Las olas que llevan y traen, siempre algo distinto y a la vez lo mismo. Espuma blanca y caracolas. Secretos de las profundidades.

    El muelle tiene su historia carcomida por el mar. Perdió su identidad y su presencia. El agua ganó su espacio. El agua,  la arena y los mejillones que  a miles se han ido adueñando de sus pilotes. Hay soledad y canto de gaviotas a lo lejos. Esperan al ojo de la tormenta mientras se deslizan en picada hacia el fondo de las aguas.

    Parada cerca del borde del mundo observo la inmensidad. Y la palabra muerte desaparece. Nada, entre mi mirada y yo, asume el concepto de finitud.  Ni siquiera cuando veo el paso, entre la bruma, de las dos barcas negras cargadas de flores.  Siguen lentamente su curso quizás, en dirección al sol. Más allá de mí.

    Es una mañana helada de julio. Mis pies fríos recorren cada aspereza de la madera. Mi vida también está porosa y húmeda. Penetrable. Estoy resignada a ir hacia el fondo de mi propio océano. Nadie que me espere en su lecho marino. Nada que nombrar porque el nombre borra la ausencia. Hay tanto silencio en el sonido interior de mi oleaje.

    Una espuma blanca me convierte en esponja. Sube desde mis pies y se desliza hacia mi boca. La sal recubre mi voz y me tapa los ojos. El océano me abraza. Me acunan sus aguas heladas. El mar sabe nombrar lo que falta. Una luz intensa quiebra al cielo y lo separa de la tierra. Dibuja una línea sobre el agua.

                            Se acerca el ojo de la tormenta. Y es el mar el que me confunde y cobija con su propia espuma 

martes, 8 de marzo de 2011

Lo que importa

 








Fotografía: Iaia Gagliani



"Las palabras hubieran podido salvarme, pero estoy demasiado viviente"
A. Pizarnik


al final me he equivocado / de pregunta
de rumbo
de sospecha
estuve sobre sus bordes
he dudado en la certeza
pero mis ojos / no quisieron ver

Estoy parada en el muelle, en esta fría mañana de agosto. Un cielo plomizo amenaza tormenta. El viento llena de espuma al agua y lo carga de enojo. Se revuelve y choca contra las piedras. Me siento sobre el piso húmedo y salado. Todas las gotas de su universo caen y se depositan en mí. Es un ir y venir. Acompasado. Miro, a mis espaldas, el rastro que el agua dibuja sobre la arena. Recuerdo a los fractales. Lo que se repite incesantemente de la misma forma. La marca de origen.

mis ojos
siempre rastreando / en la ausencia
la pregunta
en qué lugar de la palabra / beso
están sus labios
en qué letra / del abrazo
están sus manos


Necesito un hilo para hilvanar historias. Armar la tela que me contenga. La repetición. Las huellas que el amor deja y que el agua no borra. Los fractales internos. El dibujo de un te quiero sobre la espuma. Miro la descarga de la tormenta sobre el mar. Los rayos azules y rojos sobre las olas. El cielo a punto de estallar. Un húmedo silencio. Entre la necesidad y la sospecha. En la entrega y la huída.

en qué lugar / de luz
están sus huellas /
el camino / hacia sus manos
el fondo de su mirada
en lo más profundo /
de mis ojos.

Hay en mí











 
Hay en mí

A mi madre

Y dejamos de ser criaturas
fugaces.
La soledad se entrega.

Ana Lahitte


 hay en mí tanto vacío
 con color de espuma
tomé tu mano
fantasma de la arena

te he llamado hacia
mi voz

mi niñez perdió el azul
en tus aguas secas
el sol fue máscara de pájaro
plumas rotas del alba

te he llamado hacia
mi noche

me dormí en la línea
de la espera
busqué en tus manos
el gesto que
delinea al amor

te he llamado
te he llamado
hacia el adiós