La felicidad es una cadena de colores sobre una estación gris. Es un tren con una máquina de ausencia. Para subir hace falta una cierta dosis de valentía. Ser capaz de soportar su interior. Cuando se convierte en ese pequeño rayo de luz en el momento en que me encuentro en la completa oscuridad. Y aferrarme...aferrarme...aferrarme
domingo, 12 de enero de 2014
Mariel Manrique
Obra de Katia Chausheva ( Bulgaria)
Mariel Manrique ( Argentina)
II
En el fondo se han desconectado los cables,
las fotografías están fuera de foco,
se acaban a disparos las contradicciones.
El hambre se agota de tanto durar.
Contra la última pared, la herrumbe,
ese descanso terminal de la industria,
se alza como un altar de desperdicios.
En el fondo no hay nada que perder,
ni siquiera cuentos antes de dormir.
En el fondo todo se descompone,
cede la fiebre y se parten los rosarios.
No hay desorden. No hay trueque.
En el fondo no hay ganas de salir.
Los ojos sin fondo son negros panales
que alimentan y asilan ojos asustados.
El baño está en el fondo, no se ve.
Se desajusta el cuerpo.
En el fondo, a puertas cerradas,
el quirófano emite su luz blanca
en el límite de la órbita terrestre.
El cuerpo se secciona,
empapa el eje ciego de la tierra.
Cada parte se adapta a su función,
arroja al fondo la parte inadaptada.
Me pongo piedras toscas en los bolsillos
de una vida que me queda
como un vestido demasiado grande.
La tela me roza al agitarse,
descarga en mí su temporal.
eléctrico.
Las piedras pesan más que este vestido
pero no están cosidas ni cortadas,
no tienen bolsillos
donde el dolor secuestre y afile recuerdos.
Me aferro a estas piedras como anclas,
como a una forma sorda de llegar al fondo,
de limpiar mi cabeza en el fondo del río.
DE: Flores en la boca. Anábasis II. Paradiso Ediciones. Bs As, 2013.
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