Hay días en que todo tiembla adentro,
La vida se puebla de nombres
inexistentes
Toda verdad es falsa. Sonia Rabinovich
Hoja de verano, 3
Días
sin sol, sin espacio ni tiempo. Es nada más que el temblor que marca la
ausencia de algo que ni siquiera reconozco. O tal vez, será eso tan hondamente
visible que lastima, perfora en los lugares más vulnerables y entonces, algo de
mí lo transforma en invisible.
Días
sin verdades. Días de muerte y de profundo aislamiento. Siento una espada que
me parte en dos, tan diferente una mitad de la otra. Y en el medio, la
sustancia humana que nunca pudo pegarlas. Como un mejillón con sus valvas
desparejas, siempre a punto de ahogarse en medio del océano.
Días
que siguen a otros días y a otros y a otros. Me siento atrapada en un tiempo
inútil e innecesario. Atrapada en una época sin códigos ni señales
reconocibles. Vivo en el revés de la trama sin poder acariciar la luz
cotidiana. Encerrada entre palabras y
letras que de tanto en tanto, estiran sus brazos como si fueran largos
filamentos de hiedra. Que me acarician con sus
manos repletas de veneno.
Días
sin mí. Días vacios. Camino por la orilla de la tempestad. Percibo la violencia
del rumor oceánico. Sus calladas palabras que me susurran al oído. Que me
hablan en un lenguaje suave. Como una dulce naná. La profundidad azul me llama. Me ofrece una
cuna de agua.
Días
en que no espero nada. Retuerzo sus horas y minutos hasta que ya no respiran.
Hasta que veo que ya no existen. Que borré sus marcas. Que esos días
permanecen, sin tiempo y sin memoria. Sin espera y sin deseo. La vida,
entonces, es una línea infinita, en la que me muero y me despierto de la
muerte. Tal vez, días en los que nada suceda. Pero tampoco, nada termine.