sábado, 11 de junio de 2011

Letras calendarias XI

Hoja otoñal ,11

Sobre la mano ha crecido la voz
Y en los párpados un cartel anuncia
Que el ojo se alquila para siempre   (Osvaldo Svanascini)

Anoche soñé que estaba desnuda y lloraba bajo la ducha. Mis manos se deslizaban lentamente sobre las cerámicas húmedas del baño. Helados marcos dibujados sobre el cemento. Mis manos descendían desde el techo en un alargamiento inusual de mis brazos. Entonces, de cada uno de mis dedos nacían pequeñas iguanas que se retorcían y caían resbalando sobre la humedad de la pared.
Es de noche. El amor baila frente al espejo. Se cubre de tules amarillos y naranjas. Las luces reflejan mi cuerpo de mujer con las manos atadas. De mi boca emerge la lava del infierno.

Sólo hay silencio. Lagartos descendiendo sobre  la bruma.



domingo, 5 de junio de 2011

Certezas










Brassai
Buttterfly and candle, 1933




                                                                                                                                                  



Hay palabras que desnudan momentos, les quitan los numerosos abrigos que los protegen de lo ambiguo, y así desnudos, otras comienzan a vestirlos con los colores de la certeza. Y la verdad establece un pacto con las otras verdades, un pacto de silencio


   Son ellas, las palabras  cargadas de verdad las que me salvan de mi propia mudez, de este deambular en círculos  por tanto tiempo. Tratando de abrir las puertas equivocadas. No es el mismo picaporte que creía ver entonces y no es la misma puerta.

    If you never try, then you”ll never know

    Desde mis ojos oscuros le pido a alguien, a él, que me ayude a cerrar cada ausencia. Cada espacio de vacío. Despertar del sueño a esa frágil muñequita desarticulada que aun duerme, abrigada, en el ángulo entre las dos paredes. La soledad es eso.

    El pacto de silencio entre dos voces me indicó el sendero. Lo que las palabras dejan al pasar. Las marcas. Lo que la mirada rastrea y no dice. Es el camino y es también el abismo. Devoré tanta oscuridad esperando la estrella, pero en lo oscuro no existe la noche. Y guardé la penumbra para mañana.

  Lanzo un boomerang. Temo recibir la espada. Para que un boomerang regrese hay que saber primero tirarlo. Con el ángulo perfecto. En la dirección correcta. Y con el viento a favor. Son demasiadas exigencias para algo tan liviano. La espada vuelve sola. Y parte en dos.

   If you never try, then you”ll never know

   La certeza tiene el color de la intensidad del asombro. M i verdad ha quebrado el pacto. Siento un amanecer que nunca llegará a ser día pleno. Las palabras debieron salvarme de que se abrieran otras palabras. Estas, las más peligrosas.  La que esperan la espada que se clave en el espejo de mi propia imagen. Y todo va a ser un estallido. De voces. De silencios. De deseos. De espera.

   He destruido el lazo, lo que  me unía, con mi desasosiego. El pacto de no hablar nada que no sea lo posible. Nadie debería elegir el camino de su derrumbe. Lo que construyo se desploma. Un pequeño ladrillo sobre otro más liviano. Sin embargo en el momento de la caída parecen bloques de cemento y acero. No sólo caen. Dejan un enorme agujero. Oscuro y seco. Veo el polvo en el aire. Y me doy cuenta de que no guardè ningún plano.



 

“Frágil como uno de los existenciarios del espejo moderno,  construído de fino cristal, pareciera  estar relacionado con la condición de finitud de lo humano, que la palabra escondida recuerda en el momento de la destrucción.”
José Kameniecki, La construcción del espejo 

martes, 31 de mayo de 2011

Letras calendarias VIII




Marx Ernst





Sólo una vez supe para qué servía la vida.
(...)
Just one. Anne Sexton






Hoja Otoñal, 23

Es una mañana clásica de otoño. Un leve frio comienza a colarse entre las hojas caídas de los árboles. El cielo aun no termina de definirse si estallará en tormenta o si por el contrario, este sol apenas cálido seguirá su curso por toda esta jornada. Es un cielo partido a la mitad. Oscuro y brumoso hacia un lado, casi luminoso hacia el otro.

Caminaba por la plaza bordeada de árboles añosos, algunos perennes, conservan la ilusión de un verano. Otros, la mayoría, están perdiendo casi todo su follaje y el suelo es entonces un gran manto de colores indefinidos. De colores crujientes. La gente cree que la pérdida de hojas es sinónimo de muerte. Yo sé que no. Es sólo una renovación. Una vida nueva va creciendo en el fondo de sus maderas. Un crecimiento lento y silencioso, despojado. ¿Habrá otoños dentro de mí? ¿Algo crecerá cada temporada y algo morirá a la vez? Tal vez eso sienta cuando al finalizar una temporada guardo la ropa que conserva el olor de esa época y saco la que tiene el aroma de la nueva etapa. Algo muere sin dudas en cada pliegue que hago a las prendas. Siempre las huelo y las miro. Me despido. Pero, a diferencia de los árboles, nunca estoy segura de si algo nuevo está creciendo en mí.

La plaza tiene su encanto. Hay una fuente con tres grandes focos de agua. Uno más grande hacia el centro rodeado de otros dos más pequeños. Brotan desde la fuente y estallan en el aire para regresar convertidos en maravillosa bruma a la fuente. Me gusta el ruido de pequeña cascada, me gusta el sonido del agua, me calma. Recuerdo el sonido del mar, quizás. Evoco los muelles, la arena, la espuma. Caminar sola por la costa en los días nublados, de frio, viento o de tormenta. El sol también me agrada pero lo debo compartir con mucha gente. En cambio, la lluvia, el frio o el viento, casi siempre son sólo para muy poca gente, con la que me cruzo cada tanto en la arena mojada.

Es una mañana rara de fines de mayo. Todos los sonidos hoy tienen un espesor desconocido. Suenan huecos y alejados. No sé si ellos están tan lejos o soy yo la que no sé muy bien en dónde me hallo. En la plaza los perros jugaban entre ellos en el arenero. Pero vi a un perro blanco, medio sucio, sentado mirando hacia ninguna parte. Sus ojos mostraban una tristeza infinita. Había querido sumarse a los juegos de sus otros congéneres. No pudo lograrlo. Los otros perros tenían collar de colores, algunos mantas y juguetes en la boca o ramitas. El perro blanco sólo tenía pelo de perro y algo de tierra. No tenía quién le lanzara una pelota para correr detrás. ¿Cómo podría darse cuenta un simple perro que el mundo también tiene diferencias para los perros? Me dio pena observarlo sentado con sus ojos tristes. –Tiene carita de oso- Me dije. Está pagando el precio de circular por el mundo sin ser querido. Quizás termine sus días atropellado por un auto en esta ciudad. O muerto de tristeza debajo de la copa de algunos de los árboles perennes de la plaza. No todos pueden morir de amor. Ni siquiera los perros.

El agua de la fuente sigue fluyendo como la vida más allá de los árboles, del perro, de mí. Es raro que haya estado rodeada de belleza, de verdes intensos y de ocres y naranjas. De un cielo mitad tormenta y mitad soleado. Rodeada del sonido del agua cayendo una y otra vez sobre el frio celeste del piso de la fuente. De sentir por pequeños instantes el ruido del mar. De mi mar, de la arena mojada por la lluvia. Y me detenga sólo en la mirada de un perrito blanco sin collar y sin manta de abrigo.

lunes, 9 de mayo de 2011

Bordes







no sé qué viste tú desde tu queja,
yo vi águilas y musgos, fui ese lado
del espejo en que canta la serpiente.
Julio Cortazar











Camille Corot
(1786- 1875)


camino sobre el borde del mar
el borde del mundo
de los cielos claros del agua

camino sobre tus ojos
sobre tu mirada / de miel
hacia el fondo de tu cuerpo

buceo en tus entrañas
nada arde / nada queda vivo
hay plumas deshechas

tu borde

yo ví palomas no serpientes
ahora me atrapan
de este lado del espejo

yo ví palomas /ahora
soy yo la que estoy
sin su vuelo

soy yo / la que perdí
sus alas
sobre el papel

domingo, 8 de mayo de 2011

Alejandra Pizarnik II


 Fotografía: Minor White


LA PALABRA DEL DESEO

Esta espectral textura de la oscuridad, esta melodía en los huesos, este soplo de silencios diversos, este ir abajo por abajo, esta galería oscura, este hundirse sin hundirse.
¿Qué estoy diciendo? Está oscuro y quiero entrar. No sé qué más decir ( Yo no quiero decir, quiero entrar) El dolor en los huesos, el lenguaje roto a palabras, poco a poco reconstruir el diagrama de la irrealidad.
Posesiones no tengo ( esto es seguro; al fin algo seguro) Luego una melodía. Es una melodía plañidera, una luz lila, una inminencia sin destinatario. Veo la melodía. Presencia de una luz anaranjada. Sin tu mirada no voy a saber vivir, también esto es seguro. Te suscito, te resucito. Y me dijo que saliera al viento y fuera de casa en casa preguntando si estaba.
Paso desnuda con un cirio en la mano, castillo frio, jardín de las delicias. La soledad no es estar parada en el muelle, a la madrugada, mirando el agua con avidez. La soledad es no poder decirla por no poder circundarla, por no poder darle un rostro, por no poder hacerla sinónimo de un pasaje. La soledad sería esta melodía rota de mis frases.

De: El infierno musical (1971)

Cotidiano




 E. Carrington


Aprendo
a habitar el esplendor
de mi sombra.
Ana E. Lahitte


 


miro las paredes claras
las sombras que la luz dibuja
finamente y con detalle
las especias ordenadas
por olores
 
el tomillo
estragón y canela
 
todo ocupa su espacio
pulcramente
la canilla está cerrada /   -ahora-
mientras recorro con la mirada
la ausencia
el vacío
mi soledad y mi sombra
 
escucho levemente
en esta madrugada abierta
mis palabras
retumbando en cada frasco
y abro la canilla
 
   -ahora-
 
dejo deslizar el agua
tan cálida entre mis dedos
cuánta humanidad y cercanía
corre por sus collares líquidos
 
y mi soledad
y yo
 
abro la heladera
busco la cebolla
que justifique
mis lágrimas


 

jueves, 28 de abril de 2011

Letras calendarias I


 





Fotografía: Rong Rong









Hoja otoñal, 13


Hace tanto tiempo que la palabra me ronda, invade otros pensamientos. La palabra se llama pasión y vive dentro de mí, en silencio y a oscuras. Está presa y bajo llave. Nombrarla me lleva a sitios de peligro pero se rebela y asoma en lágrimas cálidas y dulces.  Calladas. Lloro mares cristalinos y azules. Me siento fragmentada y vulnerable desde esta cárcel de clausura en la que mis deseos se despiertan y se duermen. Me he convencido de que no tengo derechos sobre el amor. Soy una niña  que, en la búsqueda incesante de su propia infancia, tal vez olvidó ser mujer. Entonces, tengo la terrible conciencia de haberme perdido a mí misma. Soñaba un tiempo de vida apasionado.  Soñaba con amar y ser amada.


Ahora me miro a veces en el espejo y me siento sola. Soy la que fui y me repito Hilda, Hilda, Hilda, porque sé que sólo puede nombrarse lo que positivamente existe. Como si por la fuerza de las mismas palabras mi cuerpo tomara súbitamente una carga molecular. Mi cuerpo y yo frente al espejo. Un cuerpo que no ha sido amado y sin embargo lo han desnudado. Desvertirse en la oscuridad  frente a la ventana del vacío.


¿En qué lugar estuve cada noche de mi vida, de esta vida que no fue mi vida?


He rastreado al amanecer, como un sabueso, cada milímetro de sábana  para buscar el olor de la pasión, el olor dulce y cristalino del amor. Entre los pliegues, entre los bordes, entre mis piernas. En mis manos heladas, en cada poro de mi piel. Buscaba y buscaba hasta que el sol me devolvía no su luz, sino su penumbra.  La noche otra vez me había acariciado la espalda  con sus largos dedos negros.





miércoles, 13 de abril de 2011

Julio Cortázar







CARTA DE JULIO CORTÁZAR A ALEJANDRA PIZARNIK
París, 9 de septiembre de 1971

Mi querida, tu carta de julio me llega en septiembre, espero que entre tanto estás ya de regreso en tu casa. Hemos compartido hospitales, aunque por motivos diferentes; la mía es harto banal, un accidente de auto que estuvo a punto de. Pero vos, vos, ¿te das realmente cuenta de todo lo que me escribís? Sí, desde luego te das cuenta, y sin embargo no te acepto así, no te quiero así, yo te quiero viva, burra, y date cuenta que te estoy hablando del lenguaje mismo del cariño y la confianza –y todo eso, carajo, está del lado de la vida y no de la muerte. Quiero otra carta tuya, pronto, una carta tuya. Eso otro es también vos, lo sé, pero no es todo y además no es lo mejor de vos. Salir por esa puerta es falso en tu caso, lo siento como si se tratara de mí mismo. El poder poético es tuyo, lo sabés, lo sabemos todos los que te leemos; y ya no vivimos los tiempos en que ese poder era el antagonista frente a la vida, y ésta el verdugo del poeta. Los verdugos, hoy, matan otra cosa que poetas, ya no queda ni siquiera ese privilegio imperial, queridísima. Yo te reclamo, no humildad, no obsecuencia, sino enlace con esto que nos envuelve a todos, llámale la luz o César Vallejo o el cine japonés: un pulso sobre la tierra, alegre o triste, pero no un silencio de renuncia voluntaria. Sólo te acepto viva, sólo te quiero Alejandra.
Escribíme, coño, y perdoná el tono, pero con qué ganas te bajaría el slip (¿rosa o verde?) para darte una paliza de esas que dicen te quiero a cada chicotazo.

Dulce muñequita






Fotografía: Lucien Clergue









Soy la que pienso, algún día
mis ojos encenderán luciérnagas
Gioconda Belli


detrás de las paredes líquidas
del invierno
asomo como un sol
brillante
entera
versátil


antes de nacer diamante
de paredes cristalinas/ chorreadas de luz
olvidan que fui / ante todo
piedra rugosa / oscura


un pequeño círculo
entre pinzas
en esa guerra / roja
y de crueldad

muñeca articulada
des- articulada
H- i-L d- A-
me hilvano/ dulce muñequita
en las puertas de tus ojos
en las palmas amplias de/ tus manos


luz / en cada cara del diamante
te pido que me quieras/ en
la fria superficie de la piedra
te pido que me quieras / antes
de ser luz


el invierno desliza
sus manos / sobre mi cuerpo
desnudo
tus ojos lo visten con / tiempos de sol


muñeca / diamante
piedra y oscuridad
estoy levantando la tapa
de un caja vacía


estoy
ar-ticulando una H-i-l
d-A
para amar

Ojos azules





            






Pablo Picasso











¿Cómo puedo agarrar la ilusión, empuñarla en la mano y soltártela en la cara como una paloma feliz?
Gioconda Belli


Me pediste que escribiera sobre el amor. Que recogiera tierra húmeda. Que lo imaginara y lo moldeara con mis manos. Para luego dejar que se secara en la suave tibieza de la noche. Entonces dibujé un pájaro. Lo rellené de ramas. Y de hojas verdes y rojas. Rojas. Me faltaban sus ojos y pensé en las  aguas profundas. Dos pequeños puntos que condensaran  un universo azul. Pequeño talismán dibujado a la medida de tu cuerpo y de tu mirada.

 Un pájaro llamado deseo. Una noche llamada miedo.


Me pediste que escribiera sobre el amor. Que no me muriera lentamente. Sabías que abrazabas desde tu cuerpo a una mujer casi etérea. El tiempo fue un tiempo de horas de alas blancas.
Y tu hombro, sin perfumes e infinito, donde lloré mis vuelos equivocados. Tu hombro que cargó toda mi lluvia de soledad y tierra. Palada tras palada. Hasta que lograron convertirte en piedra, inmóvil. Pero tenías huecos en tus brazos en los que anidaban mis muertes. Muertes de vidas a ciegas.

En tu hombro ,  mi miedo sin tiempo y sin medidas.

Me pediste que escribiera sobre el amor. Y cada frase que escribo libera tu mirada desde tus ojos azules. Se abre la gran Caja secreta. Entonces algo se ilumina y a  la vez me enceguece. Algo me abraza y también me separa. Tu círculo de fuego es también mi abismo. Mi miedo de amar y calcinarme, que el talismán caiga desde el cielo, en círculos de cenizas sobre el aire de la noche.


 ¿Cómo es el amor sino un pájaro asustado  en los pliegues de tu hombro? Ojos azules,  estoy casi en tus brazos.  Caminando la palabra que defina  el infinito miedo de perderte.

martes, 12 de abril de 2011

A solas

 

 

 




El jardín de Francia. Max Ernst

 

 


Yo en la orilla silbando
                    Miro la estrella que humea entre mis dedos
V. Huidobro


A SOLAS

puedo hablar / a solas
sin los pasos ordenados desandar caminos
remover
cierta aspereza cierta liviandad
hundir mis manos lentamente
tocar algo instantáneo

llego y huyo

es una mezcla de sonidos y de algún silencio
envolver cada momento en papel de seda azul
las letras delinean lo que la razón esquiva
tiro redes en un mar espeso
soy barco solitario
algo en mí busca seguridad
geometría del orden / del desamparo
algo de mí escapa en las imprecisas líneas
de la discontinuidad
algo en mí posee el frio
de los espacios profundos

asomo desaparezco y me pierdo

nado en este mar absoluto y seco
descanso sobre redes de ausencia
huyo - quizás - del saber íntimo del instante
abrazar algo perdurable
hacer nudos con el infinito o
caminar erguida sobre el horizonte
volar en la seguridad aparente de la repetición
nada más fugaz que la huella de un recuerdo

- tal vez-
nada más eterno

lunes, 11 de abril de 2011

Alejandra Pizarnik








"Falta mi vida, falto a mi vida, me fui con ese rostro que no encuentro, que no recuerdo"

París, 1960, 1 de noviembre







La hija del insomnio
Por Enrique Molina


"Cuando pienso en Alejandra la veo pasar, solitaria, en una de esas enormes burbujas del Bosco donde yacen parejas desnudas, dentro de un mundo tan tenue que sólo por milagro no estalla a cada segundo. Pero la suya es una burbuja nocturna, irisada como una perla negra. Criatura fascinada y fascinante, víctima y maga, ardía en la hoguera y, al mismo tiempo, con esa maldad del apoesía prendía fuego al mundo circundante, lo hacía arder con su fosforescencia tierna y sombría, que iluminaba su rostro de niña con una sonrisa fantasma. Niña predestinada a ser vista, con los ojos absortos, en la ventana de un caserón ruinoso, en alguna de esas alquimias del Verbo, entrevistass en el fondo de un lago. Pero aun allí, en la profundidad de los sueños, fue también la extranjera, la extraviada de sí misma. Una desconocida con su mismo rostro avanzaba hacia ella en todo lugar, en todo instante de su existencia terrestre, interrogándola con las preguntas más desgarradoras, planteándole sin cesar sus propios enigmas, el misterio de todo amor y de toda ausencia. Porque Alejandra permaneció siempre en el linde perdido de otra ribera, cuyo eco no dejó nunca de resonar en las zonas de sombra de su ser con la nostalgia de "los verdes paraísos de los amores infantiles".

Pocos seres he conocido tan plenos de fatalidad poética. Extrañamente, todos sus elementos, sus pájaros, sus nubes, su país de huérfana que oculta un secreto desmesurado, su memoria y su pasión se ordenan en dos coordenadas esenciales: el deslumbramiento de la infancia, cuyos poderes sobrevivían en ella, y un permanente sentimiento de muerte, como otro deslumbramiento terrible que la precipitaba al asombro y al terror. Duende desposeído por la caída, cautiva de un reino perdido, sólo podría ver las cosas a la luz de esa exigencia inflexible y sin consuelo. No tenía salvación: no había aprendido a mentirse, a resignarse, a olvidar.

Pero la fascinación de la infancia perdida se convierte en ella, por una oscura mutación que cambia los signos, en la fascinación de la muerte, igualmente deslumbradora una y otra , igualmente plenas de vértigo. Toda su poesía gira en torno a estos dos polos magnéticos, dos solicitaciones extremas que se funden en su voz y le dan, desde sus primeros libros hasta sus últimos textos, un acento inconfundible, una emoción esencial y de una calidad extrañamente perturbadora. En uno de los planos más remotos de su conciencia, una imagen materna, blanca y luminosa, la acoge y la protege, le revela las cosas y los sueños en una unidad total. En el extremo opuesto, una mujer pálida y nocturna, la acoge también con la misma solicitud maternal, con una tenebrosa belleza. Hacia una y otra la hija del insomnio corre con los brazos tendidos.

 Ahoar que tantas parejas de enamorados escuchan su palabra, ¿qué puede darles ella? No la esperanza ni la calma, sino una exaltación, una apuesta perdida. Un paraíso infantil doblado por el paraíso de la muerte, la aventura del amor y su impsible realidad.

La letra de Alejandra era pequeñita, como un camino de hormigas o un minúsculo collar de granos de arena. Pero ese hilo, con toda su levedad, no se borrará nunca, es uno de los hilos luminosos para entrar y salir del laberinto."