miércoles, 6 de abril de 2011

El café de Bagdad


Fotografía: Iaia Gagliani



Y las manos sin darse cuenta aprenden
el gesto incorregible
de volver a enterrar el corazón
.
 R. Juarroz


EL CAFÉ DE BAGDAD
Por largos momentos evito la música,  huyo de esa larga cabellera ondulante que atrapa apenas me roza. Alguna  de esas serpentinas sonoras debe haberme atravesado y, tal vez, algo de mí se quebró. Mi dilema con la música debe tener raíces muy profundas. No sé bien cómo ni en qué situación algo penetró y a la vez me cerró.

La música es una transición de sonidos siempre distintos ¿Por qué será  que sólo siento el mismo silencio? Una y otra vez  ¿Por qué llego a lugares áridos, desérticos, en los que todo aparece muerto hasta el viento? ¿Por qué recorro tiempos en los que nada pasa? Tiempos sin reloj, tiempos sin recuerdos.

Tengo una mente habilidosa, conoce de antemano el camino para huir y ponerme a resguardo de ella, esa zona oscura, cierta angustia. Los sonidos son lo primero que me pudieron conectar con el afuera cuando aun  estaba dentro. ¿Y qué era mi afuera?  ¿Qué recibía yo cuando aun no conocía la luz? ¿Qué habrá sido de mí en esos tiempos? ¿Qué zona permaneció sin nacer? Es lo que no se nombra. Es el lugar de silencio. El desierto mudo que nunca pronunció palabra.

Escucho la canción lánguida, triste, en medio del desierto. Un lamento callado. Algo se desgarra desde la voz en finos ecos que se van disipando entre los rayos mortales del sol. La voz se pierde.  Pero sonaba tan dulce, tan calma, tan bella…serena.  El sonido se pierde fácilmente. Las palabras suelen permanecer más tiempo. Por eso escribo. Me permiten el acceso a zonas de mi pasado, registros de mi memoria y al presente, a esos momentos ínfimos que lo componen para, segundo más tarde, cambiar de forma y de edad.

Quizás la música me acerque a lugares resguardados de la luz. Serán momentos que necesiten reencontrarse a la sombra. Ocultar su real identidad. Hay verdades que toman la figura de una espada con el filo acechando, brillante. No sé si la música irá perfilando su figura en mi memoria. Y amenace sigilosamente. Invada los caminos luminosos. Tiempos sin reloj. Tiempos sin recuerdos.

¿Cuál será la verdad? ¿Lo que he vivido y se niega a revelarse? ¿O esos paraísos que nunca serán los que yo necesito?

Mi memoria es habilidosa ¿Será también sabia?

La larga cabellera sonora ahora es semejante a una brillante hilera de puntos luminosos, como el filo de la espada. La canción sonaba tan calma y sin embargo yo,  era un muro sin capacidad de resonancia.

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