sábado, 26 de marzo de 2011

Alejandra...

 

Ruth Berhnard



Me asomo a la ventana de un piso16. Siento el aire húmedo del mundo. Las luces, pequeños soles transparentes sobre la opacidad de esta noche. Y me pregunto qué se sentirá al caer. No en cómo rebota el cuerpo sobre el suelo. Pienso en el segundo antes. En pleno vuelo. Pienso en el alma cuando se libera, por fin, de la tremenda atadura del cuerpo. Eso de ser obligado a convivir en tres dimensiones. Una cárcel para la libertad. Me paro sobre el borde de la ventana. Y voy cayendo en la vacuidad oscura del mundo. Entonces, algo parte desde mí. Son retazos de telas muy livianas que planean en el aire espeso. Colores brillantes. Amarillos, anaranjados, violetas, azules...Azules.


Hábil arquitecto. No taladró la piedra y rescató la imagen escondida. Ni amasó mi silueta sobre la arena mojada de la playa. De su corazón no partió la música ni las letras se desorganizaron sobre el papel. El creó un silencio para mí. La llave de clausura. La muerte de todo deseo. El creó un silencio fuera de mí. El muro. Y dentro de mí" la pared que tiembla". Tiemblo yo dentro de ella. Pero él cerró las puertas de mi voz. Abrió mis ojos y robó mi mirada. Sólo veo ahora la triste humanidad del mundo. Lo salvaje y la crueldad. El instinto animal por encima de la pasión. Alejandra, mi Alejandra...Yo le entregué mi llave. Y ahora circula por mi jardín. Está tallando el silencio sobre la luz de mis ojos.

"Hablo de un poema que se acerca. Se va acercando mientras a mí me tienen lejos" (1)

Escribo. Nada pasa y está pasando todo. No veo a una mujer sentada frente al papel. Sólo unas manos finas y blancas. Ellas interpretan lo que sale sin explicación. La silueta desnuda de alguien apasionada pero ya dormida. Que se cansó de morir y volver a nacer. Una y otra vez. Ahora no estoy ni muerta ni viva. Me habita mi silencio. El silencio les pertenece a los vivos y a los muertos. A ambos, por igual. Las palabras se acercan, las manos las rescatan de un posible olvido. Aparecen dibujadas ante mí, pero yo estoy lejos. "Nada, absolutamente nada, vale una lágrima tuya". Tal vez por eso, me inundé de sombras.


Mis palabras también debieron salvarme ¿Almas? Las garras del desamor otra vez. Y estuvimos demasiado vivas... Alejandra, querida Alejandra...

"un viento débil
lleno de rostros doblados
que recorto en forma de objetos que amar" (2)


   (1) y (2) Textos de Alejandra Pizarnik

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