martes, 1 de marzo de 2011

Ana Emilia Lahitte ( Argentina)









LA  NIÑA  EXTRAÑA
 
Tenía un grillo entre las sienes
y sabía decir mariposa. 
 
Lo demás lo ignoraba. 
 
Un día
descubrió que dios no era una alondra.
Otro día
les dijo a las simientes
que sería más lindo brotar alas. 
 
Al fin
se convenció de que en el mundo
hay demasiadas cosas sabias.
Y se fue despacito
caminando      caminando
hasta el alba.


AUTORRETRATO
  
Me miro en el espejo.
 
Una mujer avanza
desnuda
sin heridas aparentes.
Es una hembra espléndida
en épocas de celo
tal vez.
 Pero ya muerta.
 
En carne y sombra altiva
despoja sus silencios.
En silencio
un idioma de albatros
la sustenta.
 
Se yergue luego
intacta
con dignidad de hiedra.
Y asomada
 a sus muros
de lumbre y soledades
espera.


LAS LARGAS AMISTADES 
 
Las largas amistades.
Las amistades densas trabajadas
como el cuero y la roca.
Con lentitud.
Asiduas o distantes.
Con pausas de violencia o mansedumbre
elemental. 
 
Importa
esa extraña lealtad
las limpia cepa de moderada luz
la fe certera
y esa forma de amor apaciguado
que busca perdurar
y lo consigue. 
 
Pocas veces
abarcan el tiempo que la vida
concede a nuestra sombra para abarcar
el mundo.
Pero las amistades fundadas
verdaderas
atraviesan la muerte con natural certeza
sin dudar que los rostros
los nombres        las edades
que fueron avanzando
devastando
no tienen validez en la serena
continuidad de puente
a veces sumergido
que las profundas largas amistades
extienden con el ritmo del sol
o el arco iris. 


APRENDIZAJES
  
Comienzo
a perder instantes. 
 
A perderme. 
 
Una décima de segundo.
Un milésimo de silencio. 
 
Nada me despoja.
 Todo me desnuda. 
 
Es lo infinito que regresa. 
 
Aprendo
a habitar el esplendor
de la sombra.

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